El futbolista, explica, es el paradigma del trabajador autoexplotado y adrenalínico, incapaz de parar. Más allá de la estructura económica, está el socio de toda la vida que experimenta ir al estadio como una especie de devoción, una singularidad que tiene que ver con cómo era mi padre, mi abuelo, los amigos del barrio, las cosas que hemos experimentado juntos. R. En un entorno en el que se mueve muchísimo dinero, el futbolista entra en esa dinámica profesional y de explotación a muy temprana edad y asume un estilo de vida: cómo te cuidas, qué comes, cómo te mides.
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